BORRADORES SOBRE POESÍA Y OTROS TEMAS
El bloc de notas del poeta Carlos Juárez Aldazábal
domingo, 5 de octubre de 2008
Nuevos títulos de el suri porfiado
Y ya van 24 libros en menos de un año...
El martes 7 de octubre a las 19 hs se presentan nuevos títulos...
El vino del atardecer, de Paulina Vinderman, Ondulaciones, de Vicente Muleiro, Los Fronterantes, de Ariel Williams, París intramuros, de Julieta Lerman, Juego de señora, de Clara Anich, Mariposa de hueso, de Verónica Ardanaz, El sabor de la fruta, de Guillermo Siles, Hullablanca, de Maritza Kusanovic, Jerez volcado, de Jorge Spíndola, Museo de postales, de María Malusardi y Anika, de Mónica Muñoz.
La presentación estará a cargo del crítico Jorge Monteleone y del poeta Oscar Steimberg.
El cierre musical correrá por cuenta de la cantautora fueguina Casiana Torres.
Será en la Sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543 (Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
miércoles, 23 de abril de 2008
Lectura de los poetas Eduardo Romano (Novedad: Entre sobrevivientes y amores difíciles), Alberto Szpunberg (Novedad: El libro de Judith), Oscar Steimberg (Posible patria y otros versos), Carlos J. Aldazábal (El caserío/ Heredarás la tierra), Dante Sepúlveda (Poema en veinte vinos), Sergio De Matteo (Diario de navegación), Emiliano Bustos (Cheetah), Tomás Watkins (26)
Participación musical: Sandra Aguirre
Presentación a cargo de Vicente Muleiro
Lunes 5 de mayo, 20:30 hs, Sala Victoria Ocampo, 34ª Feria Internacional del Libro.
La Rural - Predio Ferial de Buenos Aires.
lunes, 5 de noviembre de 2007
el suri porfiado/ presentación de catálogo
Una editorial que viene a enriquecer, con espíritu federal, el panorama poético argentino:
Bernardo Canal Feijóo y el libro que inauguró la relación poesía-deporte en la literatura nacional, Penúltimo poema del fútbol; Juan Carlos Bustriazo Ortiz y la reedición de sus Elegías de la piedra que canta; Oscar Steimberg con su Posible patria y otros versos.
Y algunas de las voces más significativas de la nueva poesía argentina: Rodrigo Galarza (Corrientes), Sergio De Matteo (La Pampa), Emiliano Bustos (Buenos Aires), Carlos J. Aldazábal (Salta), Tomás Watkins (Neuquén) y Dante Sepúlveda (Villalonga, Buenos Aires).
Más información: www.elsuriporfiado.blogspot.com
lunes, 21 de mayo de 2007
BORRADOR NUEVE: SOBRE LA POMA Y SUS POSTALES
Diez postales de La Poma
La Poma está ubicada en los Valles Calchaquíes salteños, cerca del pueblo de Cachi. Estuve por ahí en mayo de 2005.
Piedra blanca de La Poma
que me acompañe la suerte
cuando en el Puente del Diablo
venga la luna a perderme
Copla popular
1
La Cuesta del Obispo es una montaña rusa disimulada. En el cielo, los cóndores revolotean como buitres, y si los viajeros se hacen los distraídos es por el verde del paisaje, aunque las cruces de las orillas no dejan de advertir los precipicios. La recta del Tintín es un tobogán desordenado, por eso los cardones parecen ensayar para atajar a los que pasan. Si la coca no consuela, uno llega mareado y sin aliento, como si hubiera recorrido un parque de diversiones que no divierte. Sin embargo, horas después, el retorcijón se tradujo en un prodigio: ha anochecido, y por el aire de La Poma cruzan fugaces las lágrimas del cielo.
2
La Poma debería ser Cachi, porque para llegar al nevado de Cachi hay que ir por el paso del Acay, que está cerca de La Poma, y no por Cachi, que lo tiene más lejos. El Abra del Acay es altísima, y no deberían permitir que alguien con complejo de pájaro pasee por sus cornisas porque el intento de vuelo, con su correspondiente fracaso, sería inminente.
3
Doña Eulogia y don Avilio, detrás de sus majadas, parecen velocistas imparables. Para llegar de visita hay que ir bien alto, y si uno no se previene puede convertirse en gigante. En la austera casita donde viven habla una radio que suena a bailanta. Los chivos balan enojados en señal de protesta. Cuando la radio se calla, doña Eulogia entona algún desaire para los chivos, y estos balan otra vez, pero contentos.
4
La picardía es un chispazo en los ojos de Eulogia cuando escucha la zamba. Avilio niega la responsabilidad del llanto del sauce, y a dúo aclaran que las secuestradas fueron unas ovejas que estaban bajo el árbol. Los chivos confirman la hipótesis, a costa de la indiferencia de los perros. Cuando llega el momento del canto, en la voz de Eulogia no se entrevera ninguna pena y es pura risotada la copla revoltosa. Después salen para el corral, y del corral a la pastura y a sus becerros trillizos, becerros preguntones que quieren saber el paradero del señor veterinario, anunciado y prometido por obra y gracia de un canal de Buenos Aires (los tres becerros sospechan que el veterinario se perdió en el Puente del Diablo, pero como ahora todos gozan de buena salud, ninguno propone una expedición en su rescate).
5
Con nombres rotundos como Avelino, Estanislao, Salustiano o Rigoberto, La Poma se inscribe en la América Profunda. Los dueños de esos nombres son campesinos longevos, algunos centenarios, que atravesaron la historia argentina del siglo XX sin percatarse de los cambios. Siempre tuvieron una sola posesión, porque el resto, incluyendo la tierra, era de otros (todavía hoy, el pueblo tiene que pedirle permiso a un señor terrateniente para expandirse). Y esa posesión fueron sus nombres, nombres de pila supuestamente imposibles en el siglo XXI y que sin embargo desafían las modas y las manipulaciones culturales. El día que esos nombres dejen de pronunciarse, el terremoto que devastó La Poma Vieja en 1930 habrá cumplido, retardadamente, su tarea destructora.
6
Dicen que en La Poma Vieja rondan fantasmas. Pero los chivos parecen ignorarlos, porque caminan tranquilos por los caminos angostos. A veces, algunos fantasmas aparecen con títulos de propiedad, y entonces alguien que vivió toda su vida en una casa de adobe, una de las que resistieron la tragedia de 1930, tiene que afantasmarse y ponerse a deambular porque el invasor recién llegado, gracias a la orden de un juez, le quitó su casa. Ocurre en La Poma, pero también en otros lugares remotos de nuestro Continente.
7
Tamara Ayelén, de nueve años, juega entre las mesas del restaurante con Selena, su hermana más chica. A ellas se debe, seguramente, el póster de Floricienta y la imagen televisiva constante que en el ocaso se detiene en Susana Giménez y su concurso de talentos. Pero a la televisión y a las novelas de la tarde se les podría atribuir la autoría de sus nombres, nombres que se vuelven de otro planeta cuando Tamara Ayelén se pone a bagualear, a pedido de un visitante, una copla que le enseñó su abuelita.
8
Los graneros incaicos parecen un loft modernísimo. Son tan cómodos que resulta extraño que no se haya mudado a su tibieza alguna familia de pumas, por ejemplo. Debe ser que no hay ningún supermercado cerca, y eso desalienta a las inmobiliarias. Por ahora son patrimonio del municipio, lo que garantiza una memoria para la historia de la lucha que evocan esas cuevas (la resistencia de los indígenas a las imposiciones de la globalización del siglo XVI, la globalización del imperio español). Unos barrotes son los guardianes de la entrada. Pero alguien ya se hizo un pasadizo para ir a tomar mate al resguardo del viento.
9
Dicen que los chicos no pueden ir a la Biblioteca Popular de La Poma. Una mano enguantada se llevó unos tributos destinados a la CONABIP, y aunque el pobre intendente, David Choque, o el pobre Secretario de Cultura y Turismo, Gregorio Velázquez, hacen malabarismos para que las manos blancas recapaciten, las enguantadas silban bajito, se hacen las distraídas y se van con el pretexto del clima y la salud para otra parte, donde se vuelven invisibles y nadie las reta. La vocación de honestidad de los buenos gobiernos no alcanza, a veces, para enmendar los estragos de los malos. Pero están bien los esfuerzos de Gregorio, viendo cómo hace para deshacer la estatua de un sirenito que decora la plazoleta de La Poma Vieja (herencia de un ataque surrealista de la gestión anterior) y la convierte en una evocación de Manuel J. Castilla, o en un sombrero de Eulogia Tapia. Viendo cómo hace para que los chicos vuelvan a leer, porque si los chicos no leen las cosechas van a arruinarse: sin la imaginación de la lectura, origen de los brotes, ni siquiera la alfalfa se anima a florecer.
10
El Puente del Diablo podría haberle encantado a Baudelaire, autor de odas y poemas en los que evoca a Satanás y sus esbirros. Al parecer, el maligno perezoso, para no dar toda la vuelta al río, se hizo un atajo juntando un par de montañas, y sin querer, debajo de su puente, crecieron estalactitas y se armaron cuevas y maravillas, que si el Diablo se hubiera percatado hubiera querido destruir en el momento. Porque él, como los empresarios de nuestra época, abomina de la inutilidad de las pequeñas cosas hermosas. Por encima y por debajo del Puente, las piedras arman dibujos y colores, y el murmullo del río hace una sonoridad acuosa que se pierde en las grietas. Hay una copla popular de La Poma que recomienda no estar cerca del Puente cuando hay luna llena. Menos aún si se está enamorado. Entre los males que el diablo le legó a nuestro mundo (el desempleo, el neoliberalismo y la globalización, los políticos de guantes blancos, la televisión de Susana Giménez y las telenovelas, la radio de las cumbias) hay uno, dicen aquí, que sólo se manifiesta en las cornisas que rodean esos precipicios, cuando la tenue luz lunar se enseñorea. Aún no existen nombres para este mal. Su manifestación es una pena inmensa, parecida a la nostalgia, que invita amablemente a la autodestrucción. El murmullo, que durante el día parecía angelical, es el que atrae al infortunado a su desgracia. Al parecer, explican, esta sería la razón por la que en este sitio el Calchaquí, padre de toda la siembra (recitan en La Poma parafraseando a Castilla), aumenta abruptamente el caudal de sus aguas.
La Cuesta del Obispo es una montaña rusa disimulada. En el cielo, los cóndores revolotean como buitres, y si los viajeros se hacen los distraídos es por el verde del paisaje, aunque las cruces de las orillas no dejan de advertir los precipicios. La recta del Tintín es un tobogán desordenado, por eso los cardones parecen ensayar para atajar a los que pasan. Si la coca no consuela, uno llega mareado y sin aliento, como si hubiera recorrido un parque de diversiones que no divierte. Sin embargo, horas después, el retorcijón se tradujo en un prodigio: ha anochecido, y por el aire de La Poma cruzan fugaces las lágrimas del cielo.
2
La Poma debería ser Cachi, porque para llegar al nevado de Cachi hay que ir por el paso del Acay, que está cerca de La Poma, y no por Cachi, que lo tiene más lejos. El Abra del Acay es altísima, y no deberían permitir que alguien con complejo de pájaro pasee por sus cornisas porque el intento de vuelo, con su correspondiente fracaso, sería inminente.
3
Doña Eulogia y don Avilio, detrás de sus majadas, parecen velocistas imparables. Para llegar de visita hay que ir bien alto, y si uno no se previene puede convertirse en gigante. En la austera casita donde viven habla una radio que suena a bailanta. Los chivos balan enojados en señal de protesta. Cuando la radio se calla, doña Eulogia entona algún desaire para los chivos, y estos balan otra vez, pero contentos.
4
La picardía es un chispazo en los ojos de Eulogia cuando escucha la zamba. Avilio niega la responsabilidad del llanto del sauce, y a dúo aclaran que las secuestradas fueron unas ovejas que estaban bajo el árbol. Los chivos confirman la hipótesis, a costa de la indiferencia de los perros. Cuando llega el momento del canto, en la voz de Eulogia no se entrevera ninguna pena y es pura risotada la copla revoltosa. Después salen para el corral, y del corral a la pastura y a sus becerros trillizos, becerros preguntones que quieren saber el paradero del señor veterinario, anunciado y prometido por obra y gracia de un canal de Buenos Aires (los tres becerros sospechan que el veterinario se perdió en el Puente del Diablo, pero como ahora todos gozan de buena salud, ninguno propone una expedición en su rescate).
5
Con nombres rotundos como Avelino, Estanislao, Salustiano o Rigoberto, La Poma se inscribe en la América Profunda. Los dueños de esos nombres son campesinos longevos, algunos centenarios, que atravesaron la historia argentina del siglo XX sin percatarse de los cambios. Siempre tuvieron una sola posesión, porque el resto, incluyendo la tierra, era de otros (todavía hoy, el pueblo tiene que pedirle permiso a un señor terrateniente para expandirse). Y esa posesión fueron sus nombres, nombres de pila supuestamente imposibles en el siglo XXI y que sin embargo desafían las modas y las manipulaciones culturales. El día que esos nombres dejen de pronunciarse, el terremoto que devastó La Poma Vieja en 1930 habrá cumplido, retardadamente, su tarea destructora.
6
Dicen que en La Poma Vieja rondan fantasmas. Pero los chivos parecen ignorarlos, porque caminan tranquilos por los caminos angostos. A veces, algunos fantasmas aparecen con títulos de propiedad, y entonces alguien que vivió toda su vida en una casa de adobe, una de las que resistieron la tragedia de 1930, tiene que afantasmarse y ponerse a deambular porque el invasor recién llegado, gracias a la orden de un juez, le quitó su casa. Ocurre en La Poma, pero también en otros lugares remotos de nuestro Continente.
7
Tamara Ayelén, de nueve años, juega entre las mesas del restaurante con Selena, su hermana más chica. A ellas se debe, seguramente, el póster de Floricienta y la imagen televisiva constante que en el ocaso se detiene en Susana Giménez y su concurso de talentos. Pero a la televisión y a las novelas de la tarde se les podría atribuir la autoría de sus nombres, nombres que se vuelven de otro planeta cuando Tamara Ayelén se pone a bagualear, a pedido de un visitante, una copla que le enseñó su abuelita.
8
Los graneros incaicos parecen un loft modernísimo. Son tan cómodos que resulta extraño que no se haya mudado a su tibieza alguna familia de pumas, por ejemplo. Debe ser que no hay ningún supermercado cerca, y eso desalienta a las inmobiliarias. Por ahora son patrimonio del municipio, lo que garantiza una memoria para la historia de la lucha que evocan esas cuevas (la resistencia de los indígenas a las imposiciones de la globalización del siglo XVI, la globalización del imperio español). Unos barrotes son los guardianes de la entrada. Pero alguien ya se hizo un pasadizo para ir a tomar mate al resguardo del viento.
9
Dicen que los chicos no pueden ir a la Biblioteca Popular de La Poma. Una mano enguantada se llevó unos tributos destinados a la CONABIP, y aunque el pobre intendente, David Choque, o el pobre Secretario de Cultura y Turismo, Gregorio Velázquez, hacen malabarismos para que las manos blancas recapaciten, las enguantadas silban bajito, se hacen las distraídas y se van con el pretexto del clima y la salud para otra parte, donde se vuelven invisibles y nadie las reta. La vocación de honestidad de los buenos gobiernos no alcanza, a veces, para enmendar los estragos de los malos. Pero están bien los esfuerzos de Gregorio, viendo cómo hace para deshacer la estatua de un sirenito que decora la plazoleta de La Poma Vieja (herencia de un ataque surrealista de la gestión anterior) y la convierte en una evocación de Manuel J. Castilla, o en un sombrero de Eulogia Tapia. Viendo cómo hace para que los chicos vuelvan a leer, porque si los chicos no leen las cosechas van a arruinarse: sin la imaginación de la lectura, origen de los brotes, ni siquiera la alfalfa se anima a florecer.
10
El Puente del Diablo podría haberle encantado a Baudelaire, autor de odas y poemas en los que evoca a Satanás y sus esbirros. Al parecer, el maligno perezoso, para no dar toda la vuelta al río, se hizo un atajo juntando un par de montañas, y sin querer, debajo de su puente, crecieron estalactitas y se armaron cuevas y maravillas, que si el Diablo se hubiera percatado hubiera querido destruir en el momento. Porque él, como los empresarios de nuestra época, abomina de la inutilidad de las pequeñas cosas hermosas. Por encima y por debajo del Puente, las piedras arman dibujos y colores, y el murmullo del río hace una sonoridad acuosa que se pierde en las grietas. Hay una copla popular de La Poma que recomienda no estar cerca del Puente cuando hay luna llena. Menos aún si se está enamorado. Entre los males que el diablo le legó a nuestro mundo (el desempleo, el neoliberalismo y la globalización, los políticos de guantes blancos, la televisión de Susana Giménez y las telenovelas, la radio de las cumbias) hay uno, dicen aquí, que sólo se manifiesta en las cornisas que rodean esos precipicios, cuando la tenue luz lunar se enseñorea. Aún no existen nombres para este mal. Su manifestación es una pena inmensa, parecida a la nostalgia, que invita amablemente a la autodestrucción. El murmullo, que durante el día parecía angelical, es el que atrae al infortunado a su desgracia. Al parecer, explican, esta sería la razón por la que en este sitio el Calchaquí, padre de toda la siembra (recitan en La Poma parafraseando a Castilla), aumenta abruptamente el caudal de sus aguas.
lunes, 19 de marzo de 2007
BORRADOR OCHO: SOBRE EL 24 DE MARZO DE 1976
1) Porque también somos...
Porque también somos lo que hemos perdido llevamos la memoria entera, de cara al futuro. Caminamos por las calles de la historia con el orgullo de los sobrevivientes que abofetearon al odio y a la intolerancia. Con el orgullo de los “desaparecidos” que no pudieron ser borrados de la historia, porque todavía resuenan sus ecos en las voces de nuestra identidad. Porque somos los fantasmas con vida que insisten para que la justicia vuelva. Somos Antígona, llorando por los cuerpos insepultos.
Porque también somos lo que hemos perdido soñamos el reencuentro y el abrazo negado. Cantamos cada día que comienza y temblamos por las noches, porque sin el sol la memoria asusta, pero sin memoria se apaga la esperanza, y sin esperanza no podrían nacer nuevos comienzos.
Somos la esperanza de un país imposible en un mundo imposible.
Y eso nos hace creer en la justicia, el único remedio que exigimos para cantar más fuerte, de cara al sol. Con todas las voces perdidas que también somos.
Sí, somos lo que hemos perdido.
Y nuestros muertos hablan en nosotros.
2) 1976
...quedó convertida en morada de
demonios y guarida de todo
espíritu inmundo...
Apocalipsis; 18, 2.
demonios y guarida de todo
espíritu inmundo...
Apocalipsis; 18, 2.
Ciudad polimorfa
de cristales molidos
Buenos Aires descendió
al momento en que las metrallas
escribían poemas con madera
y las devoradoras de hombres
abrían las persianas de sus piernas
a la visita violenta de los torturadores
para darles té, un poco de amor
y la escupida divina
sobre la moral babilónica
contorsionada de espanto.
3) La nieta del general
Que está bien la muerte
la guerra
está bien.
La Santa Iglesia apoya
y está bien
porque
primero ellos
porque
las bombas ellos
porque
abuelito dijo...
La nieta del general reza,
intenta lavar la sangre de la historia.
El secuestro
ellos
la tortura
ellos
y nosotros la patria
la santidad
el cirio.
Que está bien la muerte.
La nieta del general se persigna
y la luna,
la luna de los onas, de los selk´nam,
la luna de los cuerpos mutilados,
le escupe un aguacero
marcándole la puerta
para que el ángel bueno
realice la venganza.
BORRADOR SIETE: SOBRE LA POESÍA Y SUS MOTIVOS
Por qué queremos ser Quevedo
Es un instante,
un momento cualquiera de la infancia
en el que decidimos
desafiar el reinado de la muerte.
Varios velorios,
abuelos fallecidos
y la alusión constante
de Lázaro en la misa
nos llevan a pensar
que ya no basta
escribir iniciales en el cemento fresco,
en pupitres lustrosos o en la plaza.
Urdida la estrategia
delineamos un modo de ataque,
planeamos un futuro de eternidad
y ejercitamos el arte de la guerra;
intuimos inventos,
redondeamos canciones
y luego nos miramos la risa en el espejo
con ojos complacidos
por versos bien rimados.
Creídos de triunfo
juntamos los papeles
y esperamos serenos
que empiece el contraataque
con cierta garantía
de habernos prevenido.
Entonces nos sorprende.
Del frente nos llega la noticia
de que nuestros poemas pertenecen a Horacio,
los inventos a Edison
y las canciones a juglares medievales.
Así, medio cohibidos,
nos enfrentamos con la derrota,
envidiamos los logros de los otros
y rogamos que alcance
con fechas e iniciales
escritas en pupitres
en tanto practicamos la esperanza
de volvernos Quevedo
antes de que la muerte
nos anule del todo.
Es un instante,
un momento cualquiera de la infancia
en el que decidimos
desafiar el reinado de la muerte.
Varios velorios,
abuelos fallecidos
y la alusión constante
de Lázaro en la misa
nos llevan a pensar
que ya no basta
escribir iniciales en el cemento fresco,
en pupitres lustrosos o en la plaza.
Urdida la estrategia
delineamos un modo de ataque,
planeamos un futuro de eternidad
y ejercitamos el arte de la guerra;
intuimos inventos,
redondeamos canciones
y luego nos miramos la risa en el espejo
con ojos complacidos
por versos bien rimados.
Creídos de triunfo
juntamos los papeles
y esperamos serenos
que empiece el contraataque
con cierta garantía
de habernos prevenido.
Entonces nos sorprende.
Del frente nos llega la noticia
de que nuestros poemas pertenecen a Horacio,
los inventos a Edison
y las canciones a juglares medievales.
Así, medio cohibidos,
nos enfrentamos con la derrota,
envidiamos los logros de los otros
y rogamos que alcance
con fechas e iniciales
escritas en pupitres
en tanto practicamos la esperanza
de volvernos Quevedo
antes de que la muerte
nos anule del todo.
jueves, 8 de marzo de 2007
BORRADOR SEIS: SOBRE BERNARDO CANAL FEIJÓO Y SU PENÚLTIMO POEMA DEL FÚTBOL
1- Encuentros
Durante mucho tiempo asocié el nombre de Bernardo Canal Feijóo (Santiago del Estero, 1897-1982) a ensayos solemnes, de una inteligencia desafiante (tan desafiante como para polemizar con Martínez Estrada) pero un tanto aburridos para un buscador de placeres literarios que escarbaba en los escaparates de las librerías de la calle Corrientes. Frente a títulos tan sesudos como “Constitución y Revolución. Juan Bautista Alberdi” (1955) o “La frustración constitucional” (1958) mis ojos se hacían los distraídos para arribar, finalmente, a algún poemario de Girondo, a quien acababa de descubrir, recién llegado de Salta, como una novedad poética más acorde a mis búsquedas expresivas (recuerdo que incluso llegué a imaginar el título “El hondo giro del Norte” para un grupo de textos a los que rápidamente descarté junto con la titulación).
Mi segundo encuentro con Canal Feijóo fue más amable. Por una de esas casualidades del destino llegó a mis manos un ejemplar de “Literatura de la pelota” (1971), el memorable trabajo de recopilación llevado adelante por el poeta Roberto Santoro. Y ahí me sorprendió descubrir a Feijóo hablando en poesía, una poesía aún más sorprendente que la de Girondo (menos emotiva también) que se ponía a contar el lanzamiento de un córner en un partido de fútbol. Al pie del texto seleccionado figuraba la fecha original de la publicación: 1924, cuarenta años antes de que la tematizacón del fútbol en la poesía argentina fuera inaugurada, según la opinión más extendida, por la llamada generación poética del 60: Santoro mismo, pero también Salas, Vázquez, Szpunberg y Silber, entre otros. El poema de Canal, incluido por Santoro en su antología, y titulado “Córner”, pertenecía, según aclaraba, al poemario “Penúltimo poema del fútbol”. Pero lo que llamaba la atención, al leer la referencia bibliográfica, era, además de la fecha, el lugar de la edición: la provincia de Santiago del Estero.
2- El fútbol de Feijóo
Mucho tiempo después, impulsado por una curiosidad que había logrado transformarse en una necesidad imperiosa, inicié una investigación alrededor de este texto, poemario inhallable (ni siquiera quedan ejemplares en la Biblioteca Nacional) al que por fin tuve acceso gracias a la generosidad de Adriana Canal Feijóo, la hija del poeta. Pero al hojear el libro las sorpresas aumentaron: ahí estaban una serie de ilustraciones con aire de historieta, hechas por el propio Feijóo, para ilustrar sus versos. Después, investigando, descubriría que el dibujo era otra de las pasiones de este hombre multifacético, quien en la década del 20 colaboraba con el diario santiagueño El Liberal también como dibujante de viñetas humorísticas.
En esa época, Bernardo, el único nombre con el que firmaba sus libros, era un joven vanguardista irreverente, capaz de hacer de la libertad un dogma creativo que dejaba afuera cualquier pretensión de solemnidad (pero sólo de solemnidad: la vocación ensayística ya estaba presente). Vanguardista y moderno, cosmopolita, sensible al viento de su época y sin embargo empeñado en componer poesía con la cotidianidad santiagueña. Y este intelectual eligió iniciar su carrera literaria con Penúltimo poema del fútbol.
Pero descubrir que Penúltimo poema del fútbol fue el primer poemario vanguardista del Noroeste Argentino y, al mismo tiempo, el primer texto poético de la literatura nacional que se preocupó por unir dos series culturales tan disímiles entre sí, la poesía y el fútbol, me obligó a formular preguntas, lo que significó aumentar la incertidumbre que yo creía que iba a desaparecer con la lectura de los poemas. En efecto, ¿por qué apareció, en la poesía del NOA y durante la década del 20, un libro vanguardista preocupado por el fútbol? ¿Pertenecía el fútbol a esa realidad cultural o era una temática ajena? ¿Por qué no volvió a repetirse, en la literatura regional, otro hecho estético parecido?
Es importante señalar que en 1928 la Liga Cultural, representativa del fútbol de Santiago del Estero, se consagró campeón del torneo nacional al ganarle a la etrerriana liga paranaense en cancha de River. Y digo que es importante porque Bernardo Canal Feijóo fue un testigo privilegiado del proceso que desembocó en esa victoria. Y no sólo testigo. También fue protagonista y cronista (desde la poesía, el periodismo y el dibujo) de aquel momento especial del fútbol argentino. Sin ir más lejos, en el anuario 1923 del diario santiagueño El Liberal su nombre aparece destacado en la sección deportiva: por entonces este martinfierrrista marginal era el presidente del Club Atlético Santiago.
3- Modernidad
Teniendo en cuenta este contexto histórico (momento político signado por el momento más intenso del yrigoyenismo) volví a leer el libro: "Penúltimo poema del fútbol" se me presentó, entonces, como una forma original de abordar la modernidad desde una práctica deportiva, y en los versos pude percibir claramente la tensión entre la libertad individual y la presión de la muchedumbre. Una modernidad deportiva, entendida como universal, que en este planteo se construía desde una base territorial concreta, Santiago del Estero, espacio que, por efecto reflectante, devolvía la imagen cosmopolita de las sociedades modernas tamizada por la idea de nación expresada, por ejemplo, en esta frase: “La tarde engalanada, se había prendido el sol en el pecho, como la escarapela de la patriotería deportiva”.
Entendiendo el contexto histórico el libro funcionaba: era un gran dispositivo fotográfico, construido sobre prosa poética y versos libres. Como dice uno de los poemas: “el breve guiño de la instantánea, que sobrecoge en un infraganti muscular (...) para el enfoco ansioso y comprometido de este espectáculo”.
Pero la pregunta sobre lo que motivó el olvido de este trabajo pionero sigue presente. Respuestas tentativas no faltan: la desaparición de los campeonatos interprovinciales de la década del 20, reemplazados durante los años 30 por el fútbol profesionalizado que se mantiene hasta hoy; la creencia extendida de que fueron los poetas de los 60 los primeros en tematizar el fútbol; los cíclicos momentos de censura que vivió (y vive) la cultura argentina, incluyendo las defenestraciones reaccionarias de ciertos intelectuales que acusaban (y acusan) de populismo –con su correspondiente estigmatización- a cualquier manifestación artística que trabaja con zonas o saberes cercanos a las prácticas cotidianas de los sectores populares.
4- De la vanguardia a la academia
Lamentablemente, todo parece conspirar para levantar un manto de sospecha sobre el propio Canal, ya no el vanguardista sino el académico, para aclarar el misterio del olvido. La producción posterior de Feijóo nos habla de una búsqueda estética más conservadora: una obra ensayística sólida y obras teatrales espléndidas, sin duda. Pero en todo momento una negación del espíritu martinfierrista que alentó su temprana producción (en la lista de esa producción debemos incluir, además de Penúltimo poema del fútbol, los poemarios Dibujos en el suelo -1927-, La rueda de la siesta – 1930- y Sol alto -1932). No le costó demasiado a don Bernardo Canal Feijóo ignorarse como el autor del texto fundacional de la poesía del fútbol en la Argentina. Otros indicios permiten sospechar que en la negación se escondía el temor a ser estigmatizado como “populista”, palabra que, obvia e inevitablemente, en Argentina nos manda derechito a la palabra “peronista”, mote mucho más oprobioso para aquellos intelectuales que sólo advertían los aspectos autoritarios del peronismo. Pero nunca lo sabremos con certeza. Don Bernardo Canal Feijóo murió en 1982, y por ese entonces era presidente de la Academia Argentina de Letras.
5- Su legado
Quiero subrayar, sin embargo, que si alguna lección ha perdurado del gesto estético del joven vanguardista de 1924 es la lección de la libertad. Y esa lección, desestimada por el Feijóo de la madurez, debe entenderse como una apuesta a la democratización de nuestra cultura, democratización necesaria frente a las censuras (inconscientes o no, insisto) de un campo literario conservador que todavía cree, por ejemplo, en la pureza de los géneros, o que mantiene el vicio romántico de entender a la poesía como un ente sublime que elige a sus adeptos con una varita mágica.
Abordar la democratización de la cultura. Esa es la esperanza que parece alentar la temprana producción de Feijóo. Esperanza que fue desvaneciéndose a medida que el olvido fue logrando imponerse. Hoy, una reedición de Penúltimo poema del fútbol parece imprescindible. Pero no hay indicios de que vaya a ocurrir. La lucha dentro del campo literario por la imposición de los cánones. Los gustos fugazmente establecidos. Todos estos escollos siguen alentando la persistencia de los elementos más conservadores de la cultura, cultura impermeable a las rupturas en serio, a las fisuras que permiten adivinar el país que no fuimos, el país utópico que, como el sueño libertario de los vanguardistas, sólo será posible mientras no confundamos la madurez con la resignación.
Durante mucho tiempo asocié el nombre de Bernardo Canal Feijóo (Santiago del Estero, 1897-1982) a ensayos solemnes, de una inteligencia desafiante (tan desafiante como para polemizar con Martínez Estrada) pero un tanto aburridos para un buscador de placeres literarios que escarbaba en los escaparates de las librerías de la calle Corrientes. Frente a títulos tan sesudos como “Constitución y Revolución. Juan Bautista Alberdi” (1955) o “La frustración constitucional” (1958) mis ojos se hacían los distraídos para arribar, finalmente, a algún poemario de Girondo, a quien acababa de descubrir, recién llegado de Salta, como una novedad poética más acorde a mis búsquedas expresivas (recuerdo que incluso llegué a imaginar el título “El hondo giro del Norte” para un grupo de textos a los que rápidamente descarté junto con la titulación).
Mi segundo encuentro con Canal Feijóo fue más amable. Por una de esas casualidades del destino llegó a mis manos un ejemplar de “Literatura de la pelota” (1971), el memorable trabajo de recopilación llevado adelante por el poeta Roberto Santoro. Y ahí me sorprendió descubrir a Feijóo hablando en poesía, una poesía aún más sorprendente que la de Girondo (menos emotiva también) que se ponía a contar el lanzamiento de un córner en un partido de fútbol. Al pie del texto seleccionado figuraba la fecha original de la publicación: 1924, cuarenta años antes de que la tematizacón del fútbol en la poesía argentina fuera inaugurada, según la opinión más extendida, por la llamada generación poética del 60: Santoro mismo, pero también Salas, Vázquez, Szpunberg y Silber, entre otros. El poema de Canal, incluido por Santoro en su antología, y titulado “Córner”, pertenecía, según aclaraba, al poemario “Penúltimo poema del fútbol”. Pero lo que llamaba la atención, al leer la referencia bibliográfica, era, además de la fecha, el lugar de la edición: la provincia de Santiago del Estero.
2- El fútbol de Feijóo
Mucho tiempo después, impulsado por una curiosidad que había logrado transformarse en una necesidad imperiosa, inicié una investigación alrededor de este texto, poemario inhallable (ni siquiera quedan ejemplares en la Biblioteca Nacional) al que por fin tuve acceso gracias a la generosidad de Adriana Canal Feijóo, la hija del poeta. Pero al hojear el libro las sorpresas aumentaron: ahí estaban una serie de ilustraciones con aire de historieta, hechas por el propio Feijóo, para ilustrar sus versos. Después, investigando, descubriría que el dibujo era otra de las pasiones de este hombre multifacético, quien en la década del 20 colaboraba con el diario santiagueño El Liberal también como dibujante de viñetas humorísticas.
En esa época, Bernardo, el único nombre con el que firmaba sus libros, era un joven vanguardista irreverente, capaz de hacer de la libertad un dogma creativo que dejaba afuera cualquier pretensión de solemnidad (pero sólo de solemnidad: la vocación ensayística ya estaba presente). Vanguardista y moderno, cosmopolita, sensible al viento de su época y sin embargo empeñado en componer poesía con la cotidianidad santiagueña. Y este intelectual eligió iniciar su carrera literaria con Penúltimo poema del fútbol.
Pero descubrir que Penúltimo poema del fútbol fue el primer poemario vanguardista del Noroeste Argentino y, al mismo tiempo, el primer texto poético de la literatura nacional que se preocupó por unir dos series culturales tan disímiles entre sí, la poesía y el fútbol, me obligó a formular preguntas, lo que significó aumentar la incertidumbre que yo creía que iba a desaparecer con la lectura de los poemas. En efecto, ¿por qué apareció, en la poesía del NOA y durante la década del 20, un libro vanguardista preocupado por el fútbol? ¿Pertenecía el fútbol a esa realidad cultural o era una temática ajena? ¿Por qué no volvió a repetirse, en la literatura regional, otro hecho estético parecido?
Es importante señalar que en 1928 la Liga Cultural, representativa del fútbol de Santiago del Estero, se consagró campeón del torneo nacional al ganarle a la etrerriana liga paranaense en cancha de River. Y digo que es importante porque Bernardo Canal Feijóo fue un testigo privilegiado del proceso que desembocó en esa victoria. Y no sólo testigo. También fue protagonista y cronista (desde la poesía, el periodismo y el dibujo) de aquel momento especial del fútbol argentino. Sin ir más lejos, en el anuario 1923 del diario santiagueño El Liberal su nombre aparece destacado en la sección deportiva: por entonces este martinfierrrista marginal era el presidente del Club Atlético Santiago.
3- Modernidad
Teniendo en cuenta este contexto histórico (momento político signado por el momento más intenso del yrigoyenismo) volví a leer el libro: "Penúltimo poema del fútbol" se me presentó, entonces, como una forma original de abordar la modernidad desde una práctica deportiva, y en los versos pude percibir claramente la tensión entre la libertad individual y la presión de la muchedumbre. Una modernidad deportiva, entendida como universal, que en este planteo se construía desde una base territorial concreta, Santiago del Estero, espacio que, por efecto reflectante, devolvía la imagen cosmopolita de las sociedades modernas tamizada por la idea de nación expresada, por ejemplo, en esta frase: “La tarde engalanada, se había prendido el sol en el pecho, como la escarapela de la patriotería deportiva”.
Entendiendo el contexto histórico el libro funcionaba: era un gran dispositivo fotográfico, construido sobre prosa poética y versos libres. Como dice uno de los poemas: “el breve guiño de la instantánea, que sobrecoge en un infraganti muscular (...) para el enfoco ansioso y comprometido de este espectáculo”.
Pero la pregunta sobre lo que motivó el olvido de este trabajo pionero sigue presente. Respuestas tentativas no faltan: la desaparición de los campeonatos interprovinciales de la década del 20, reemplazados durante los años 30 por el fútbol profesionalizado que se mantiene hasta hoy; la creencia extendida de que fueron los poetas de los 60 los primeros en tematizar el fútbol; los cíclicos momentos de censura que vivió (y vive) la cultura argentina, incluyendo las defenestraciones reaccionarias de ciertos intelectuales que acusaban (y acusan) de populismo –con su correspondiente estigmatización- a cualquier manifestación artística que trabaja con zonas o saberes cercanos a las prácticas cotidianas de los sectores populares.
4- De la vanguardia a la academia
Lamentablemente, todo parece conspirar para levantar un manto de sospecha sobre el propio Canal, ya no el vanguardista sino el académico, para aclarar el misterio del olvido. La producción posterior de Feijóo nos habla de una búsqueda estética más conservadora: una obra ensayística sólida y obras teatrales espléndidas, sin duda. Pero en todo momento una negación del espíritu martinfierrista que alentó su temprana producción (en la lista de esa producción debemos incluir, además de Penúltimo poema del fútbol, los poemarios Dibujos en el suelo -1927-, La rueda de la siesta – 1930- y Sol alto -1932). No le costó demasiado a don Bernardo Canal Feijóo ignorarse como el autor del texto fundacional de la poesía del fútbol en la Argentina. Otros indicios permiten sospechar que en la negación se escondía el temor a ser estigmatizado como “populista”, palabra que, obvia e inevitablemente, en Argentina nos manda derechito a la palabra “peronista”, mote mucho más oprobioso para aquellos intelectuales que sólo advertían los aspectos autoritarios del peronismo. Pero nunca lo sabremos con certeza. Don Bernardo Canal Feijóo murió en 1982, y por ese entonces era presidente de la Academia Argentina de Letras.
5- Su legado
Quiero subrayar, sin embargo, que si alguna lección ha perdurado del gesto estético del joven vanguardista de 1924 es la lección de la libertad. Y esa lección, desestimada por el Feijóo de la madurez, debe entenderse como una apuesta a la democratización de nuestra cultura, democratización necesaria frente a las censuras (inconscientes o no, insisto) de un campo literario conservador que todavía cree, por ejemplo, en la pureza de los géneros, o que mantiene el vicio romántico de entender a la poesía como un ente sublime que elige a sus adeptos con una varita mágica.
Abordar la democratización de la cultura. Esa es la esperanza que parece alentar la temprana producción de Feijóo. Esperanza que fue desvaneciéndose a medida que el olvido fue logrando imponerse. Hoy, una reedición de Penúltimo poema del fútbol parece imprescindible. Pero no hay indicios de que vaya a ocurrir. La lucha dentro del campo literario por la imposición de los cánones. Los gustos fugazmente establecidos. Todos estos escollos siguen alentando la persistencia de los elementos más conservadores de la cultura, cultura impermeable a las rupturas en serio, a las fisuras que permiten adivinar el país que no fuimos, el país utópico que, como el sueño libertario de los vanguardistas, sólo será posible mientras no confundamos la madurez con la resignación.
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